esta mañana todo parecía
armónico y en mi cabeza
sólo cómico.
parecían normales los tacones
de aquellla señora de abrigo
marrón,
y el sol.
que hubiera distintas (in)clemencias
al mismo tiempo, ese s-o-l de
papasquiaro, esa lluvia de ángel
y su orvallo, u orbayu, hallu, aullo,
ay yo.
nadie parecía hacer ningún ruido,
y el tráfico tampoco hablaba demasiado,
sólo dos guardias urbanos a los que me
quedé mirando.
me gustan los hombres uniformados.
los que madrugan. los que no entiendo.
los que a veces me hacen un poco de
daño desde su tarima de seres sabios.
por suerte también me gustan las mujeres,
a algunas quiero abrazarlas siempre.
eso con los hombres no sucede.
antes decía que los hombres estaban guay
pero las mujeres eran más interesantes.
ahora no lo tengo claro.
pero me gusta mirar a todos.
me gusta la calle como un escenario,
mi calle como un conjunto de elementos
no adversos. no escucho música ya cuando
camino, a veces lo hacía, pero ya no necesito
ausentarme tanto,
que quiero adentrarme, diría.
pero soy de ésas que nunca sabe distinguir
el Adentro del Afuera, aunque lea a Derrida.
ah, ah, ah.
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