sensibilidad suspendida

(razón: allá)



me inquieta que grecia en griego se parezca tanto a la palabra hielo





Yo lo que quiero (hacer) es deshacer(me)*1



Dos secuencias de quince minutos. Dos insultos. Una humillación. Veinte azotes, un festival de números y una pizca de dolor.*2

Agítese bien, con mimo.

Búsquese una cuchara, una pinza de madera, un clavo, una canica, una vela encendida que dibuje una nube huyendo por la chimenea. Rauda, rauda, rauda. Disfrute de la enumeración de palabras. Corra. Cierre los ojos, disfrute del camino a la perdición. Newton está con usted, le cuelgan manzanas del cinturón. Gilles está detrás de aquel árbol, de sus ramas cuelgan Sade y Masoch. Gilles encuentra un equilibrio en la balanza y le regala una sonrisa maliciosa. Cuando usted cruza por su árbol mil mesetas ruedan despavoridas por una colina que se dirige al Oste.

Usted ya ha perdido el Norte y todos sus fonemas, pero no se aflija.*3

Escriba la raíz cuadrada de agujas de pino infinitas. Revuelva, revuelva. Dése la vuelta y sonría, por favor. Es hora de abrir el grifo y presenciar la función, una hilera de butacas de exquisito color burdeos está esperando que se derrame el licor de melocotón. Blanco, sin embargo. Diáfano y refinado. Abra la boca y beba de un trago, eche la cabeza hacia atrás y enseñe la lengua, demuestre que sabe beberse la existencia. Sonría mientras cae el telón.


* 1

El cuerpo no es más que un conjunto de válvulas, cámaras, esclusas, recipientes o vasos comunicantes: un nombre propio para cada uno, doblamiento del CsO, Metrópolis, que hay que manejar con látigo. ¿Qué puebla, qué pasa y qué bloquea? (MM, p. 158).


*2

Donde el psicoanálisis dice: Deteneos, recobrad vuestro yo, habría que decir: Vayamos todavía más lejos, todavía no hemos encontrado nuestro CsO, deshecho suficientemente nuestro yo. Sustituid la anamnesis por el olvido, la interpretación por la experimentación. Encontrad vuestro cuerpo sin órganos, sed capaces de hacerlo, es una cuestión de vida o de muerte, de juventud o de vejez, de tristeza o de alegría. Todo se juega a ese nivel> (MM, p. 157).

*3
Cada vez que el deseo es traicionado, maldecido, arrancado de su campo de inmanencia, ahí hay un sacerdote. El sacerdote ha lanzado la triple maldición sobre el deseo: la de la ley negativa, la de la regla extrínseca, la del ideal trascendente. Mirando hacia el Norte el sacerdote ha dicho: deseo es carencia (¿cómo no iba a carecer de lo que desea?). El sacerdote realizaba así el primer sacrificio, llamado castración, y todos los hombres y mujeres del Norte le seguían gritando cadenciosamente "carencia, carencia es la ley común". Luego, mirando hacia el Sur, el sacerdote ha relacionado el deseo con el placer. Pues hay sacerdotes hedonistas e incluso orgásticos. El deseo se satisfará en el placer; y no sólo el placer obtenido acallará momentáneamente el deseo, sino que obtenerlo ya es una forma de interrumpirlo, de descargarlo inmediatamente y de descargarnos de él. El placer-des-carga: el sacerdote realizaba así el segundo sacrificio llamado masturbación. Por último, mirando hacia el Este exclamó: el goce es imposible, pero el imposible goce está inscrito en el deseo. Pues tal es el Ideal, en su imposibilidad misma, "la carencia-de-gozar que es la vida. El sacerdote realizaba así el tercer sacrificio, fantasma o mil y una noches, ciento veinte días, mientras que los hombres del Este cantaban: sí, seremos vuestro fantasma, vuestro ideal y vuestra imposibilidad, los vuestros y también los nuestros. El sacerdote no había mirado hacia el Oeste, puesto que sabía perfectamente que estaba ocupado por un plan de consistencia, pero creía que esa dirección estaba cerrada por las columnas de Hércules, no tenía salida, no estaba habitada por hombres. Sin embargo, ahí era donde se ocultaba el deseo, el Oeste era el camino más corto del Este, y de las otras direcciones redescubiertas o desterritorializadas. (CsO)

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