Algunas noches entro tan cansada en el ascensor que me quedo absorta mirándome al espejo, preguntándome quién soy, y en realidad me estoy conociendo, porque no sé quién soy durante el día que vivo, durante el tiempo, y me veo, me reencuentro, me miro los ojos un poco más de cerca, soy a veces tan tonta que llego a sonreírme, y entonces suelo pensar que no, que no di al botón, que sigo en el primer piso, en la calle, en un patio. No sé, es altamente inquietante. El botón del ascensor es una metáfora de nuestra indecisión por agotamiento en los anchos espacios del tercer milenio. Y yo una imbécil cualquiera de estas calles llenas de ofendidos. El otro día quise llamarme lettera. Una letra cualquiera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario