Cuando fui a Bariloche, en la Patagonia, hace dos o tres veranos, allí era invierno y un 8 de agosto me desperté con una frase: nieva, Rebe..
Era mi amiga Agostina, porteña, hablándome desde la cama de abajo de una habitación de madera, sobre un barco y respondí: No puede ser, no se oye nada.
Nunca había visto nevar, no sabía que proclamaba el silencio.
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