sensibilidad suspendida

(razón: allá)



u min-ú-scula


Soy insignificante. Soy min-ú-scula. En perpetuo movimiento incluso en estado de contemplación. Aspirando a corazón sencillo que respete el complicado cerebro. Aspirando a limpiar el desconchón. A barrerlo con amor. A indicarle el camino a seguir a la indecisión. A mecerme hasta en la incomprensión. Me doy vueltas, me revuelco, a ratos me encojo, me recojo, empequeñezco. Aún más, empequeñezco. Y María pregunta en qué momento todo cambió. Yo le digo que me di cuenta de que tengo la responsabilidad de ser feliz. Libre y feliz. Volátil vocal sujeta al viento, sí, pero agarrada al sol del atardeder, a las nubes que se sienten llenas, aunque lloren, bramen, se humedezcan. Se sienten plenas. Y la cosa está en cuidar del jardín, y de ser, sabiendo, después de existir, que cada uno de mis días me brinda la posibilidad de ser mejor, de hacer mejor. Y de no olvidarme nunca que ese hacer jamás debe deslumbrarme del fin último de no hacer. De desprenderme. De no necesitar. De darme. De brindarme, compartirme, existir como parte de ese mismo sol que existe para sí.

1 comentario:

Anónimo dijo...

que la U no se hUnda