sensibilidad suspendida

(razón: allá)



Olvidé contaros que nada mas llegar a Bilbao cometí un allanamiento de morada. Llovía. No, jarreaba. No tenía batería y lo último que pude decirle a Lendabair Beaskoetxea es que "no se preocupara, que sabía llegar a su casa". Después de un ligero desvío llegué a su casita frente al mar en Sopelana. La puerta estaba abierta. Pregunté: Hola? Lenda? Una estantería a la derecha me hizo sospechar pero, como era una colección de motos y ahora Lenda es mamá de Luca, continué. Mientras hacía pis levanté los ojos y me topé con una estantería, otra más, llena de esmaltes de uňas. Ahí me di cuenta de que no, no, no, porque Lenda de toda la vida ha dicho que el pintauňas le da frío. Lo que no comprendo es porque luego desconfié de mí misma y me quedé un rato fuera esperando.

etcétera

Fregué el duelo, escribo. Dejé las ventanas abiertas, advierto. Y pienso luego que es todo cierto. En el errorismo la verdad.

La nariz de los Yanke sólo es comparable a su torpeza

A su innata tendencia a morirse de mala manera. La nariz de los Yanke sólo es comparable a su razón de amor: cometer los peores errores por las mejores razones. Vivir como si nada 

Lunes temprano en Leganitos

Un colchón húmedo tirado en la calle me recuerda lo peor del ser humano. De ser humano. Una mujer llora en la barra de un bar. Café con leche y amiga consolando.

Despues de temer el-estar-yéndose

Tuve que irme realmente y, después, regresar convertida en alguien más. Una suerte de otro yo, si decir suerte o cualquier expresión que contenga la palabra, no fuera más que una vulgaridad

Sentarse en el invierno y maldecir

Sentir del frío todos sus sonidos

Metro de Madrid informa

Estáis abrigados, algunos dormidos. Aprendo a no situaros en el lado del desamparo. No habláis. No lo necesitamos.

mi tránsito es experiencia

observación muda, participación cuando la circunstancia lo merece o, sencillamente, lo requiere. sólo así la amplitud histérica desaparece

doctrina

tu cansancio y mi agotamiento
tu agotamiento y mi cansancio
la sonrisa que se te instala cuando,
por fin, el sábado por la mañana,
subes las escaleras de mi casa

a la hora del Angelus qué hacer,
sino dormir, amar, darse la vuelta,
cocinar, comer, volverse a estirar,
esta vez en el sofá, y cuatro piernas
hacen bucles imposibles para estar
cerca, para estar bien

luego sólo hay que soportar, durante
unas cinco jornadas, que ningún
calcetín esté emparejado, que las horas
se desprendan del reloj y las fechas
del calendario

el cofre de u existe y se ha escondido

un ojo verde es el frontispicio. alrededor, madera de bosque asturiano
lo que queda por hacer, como siempre, es el Adentro.
podría llenarse de secretos, o de intimidades,
o quizá poblarse con la sinestesia, la revolución de los colores

en mi nueva relación con los colores

hay un Rey que asegura que la u es rosa y además algo estridente. pensé que siempre había sido verde y, sin embargo, empiezo a creerlo. el rojo, mientras tanto, se mantiene imperturbable. debe ser cosa de la sangre

oteizada

oteando desde la casa vacía, azoteando la vista

sin título aparente


Quiero decirte que tienes permitido todo.
Puedes quedarte en silencio o lo contrario.
Ponerte a llorar, ser un histérico,
un energúmeno, un loco. Cualquier acción,
no acción o acto de supervivencia 
es bienvenido. Puedes mandar a la mierda 
a cualquiera que te diga algo, te consuele 
o te mire a los ojos. Si quieres escapar, hazlo.

Acontecimiento en el metro dirección Plaza de Castilla

 Un hombre comienza a hablar en medio de un vagón, me quito los auriculares y le escucho decir que tiene Rolex, mecheros y pañuelos. Como tengo muchos mocos decido comprarle un par de paquetes y, creo que como me dijo que a un euro y le di dos (él me ofreció unos blancos y otros con dibujitos), sacó una entrada del Parque de Atracciones y me la dio. Pero no hombre, le dije, vete tú, que has dicho que tienes hijos y, además yo trabajo hasta las nueve. No, no, que a mí me dan más, cuesta 60 euros, eh. Bueno, no sé, ¿a ti te hace ilusión regalarme la entrada? Claro, claro. Pues entonces, vale. El hombre siguió hablando, saludó a 'todos los que iban a trabajar y a los que, como él, están parados'. No me gusta nada ir en metro, a veces me dan un poco de miedo todos esos rostros, pero esta mañana, cosa rara, me gustó que aquellos seres humanos nos estuvieran escuchando

louise

me encanta la serie de 24 pentagramas,
los relojes dibujados sobre una sábana,
sus iniciales bordadas,
la silla frente a la puerta-pared
los hilos, los ovillos, las madejas,
el rojo y el azul, las venas

ím pe tu

negarse a hablar del amor me parecía una cuestión de pudor, hasta que alguien me recordó que escribirlo es vivirlo de nuevo, como cantar es orar dos veces