sensibilidad suspendida

(razón: allá)



III Agrupación


En este azar,
sólo veo glorias,
porque vivir es mi victoria"

(Mado Martínez)












Tras la avalancha, las cosas siguen más o menos parecido en este piso incrustado en Madrid. Suena alguna ambulancia. Tengo tantas lavadoras a mis espaldas que, por suerte, me ahorro su quejido ahora que es domingo por la noche. Me siento relajada, seguramente porque sigo en pie después de que un alud me atravesara. Sigo aquí. Han pasado tantas cosas. Además, es difícil explicarlas, y algunas no quiero contarlas. Aquí, quiero decir. Permíteme la sinceridad, porque mucho me cuesta mantener a raya mi personalidad y, sobre todo, sus desdoblamientos. Ejercito el intento. También en lo concerniente a no tener expectativas. Me cuesta. A veces tengo éxito. Para empezar, creo que he expulsado mi resfriado otoñal. Espero que no vuelva por aquí hasta enero por lo menos.

En realidad me cuesta creer que acabemos de vivir los idus de octubre, y me acuerdo mucho de los de marzo. Me acuerdo de mí misma, exaltada, escribiendo mayúsculas en el fotolog de Anna, augurando un cambio. Me acuerdo de Anna y de Mai respondiendo al reto. Me acuerdo de mi primer colacao con Mai en Algorta, cuando era Semana Santa y llovía tanto. Cuando Mai llegó a casa la noche del viernes y fue necesaria alguna que otra presentación, recordé el modo en que nos conocimos, y también la forma en que vivimos siempre cerca la una de la otra sin conocernos. Fue increíble porque con el pensamiento y el intento de verbalizarlo me puse a llorar, en un segundo mi borde palpebral perdió el compás y casi vi saltar de mis ojos el agua. Aún me cuesta creer que Mai y yo fuéramos al mismo colegio, viviéramos muy cerca, y acabáramos conociéndonos a través de tribecca. Ella llegó un día, por suerte para quedarse. Más increíble me parece que Mai y María se conociesen, y loquísima me vuelvo cuando recuerdo que, durante el año en que a María y a mí nos nació el paroxismo entre las manos, cuando tomábamos té de canela en el bar de Alberto, Mai y sus amigas tomaban té de canela en la mesa de al lado.

Luego nos encontramos en mayo. Éramos cinco. María y David recién llegados de Idaho, que vinieron a buscarnos con Mai. A Anna, que llegaba de Barcelona, y a mí misma, que llegué la última al aeropuerto La Paloma. También llovió esos días. María descubrió que mi anillo chileno era una cuchara. Recordé las palabras de la diseñadora que vendía sus obras en el Parque Forestal: nadie más tendrá uno así. Puede que sea cierto. Lo que sí es cierto es que no me lo quito. Hace ya mucho que usé de usar pendientes. Sin pensarlo. Creo que dejé de considerarlos necesarios. Creo que a María le pasó lo mismo. También hace mucho que no me preocupo por cambiar de anillo. Lo hago muy de vez en cuando, pero la cuchara siempre viene conmigo, como anillo al dedo. Esto lo dijo Gonzalo cuando yo le explicaba mi nubefilia y mi reto de ser cuchara. Había una nube estupenda y luminosa sobre nosotros en ese momento. Después, bajo la foto de aquel cielo traté de explicar la importancia de Realidad casi nube, o Ángel González, que viene a ser lo mismo.

Anna llegó de Barcelona con sus poemas, con todo un regalo. A todo amor, se llama. Antología personal del autor, Visor, y en un cd su voz. Acabo de escuchar unos cuantos, y de ver las fotos de Ángel joven, Ángel con sus amigos, Ángel con bicicletas a su espalda, en Texas. Pero Anna no sólo tiene detalles geniales, Anna tiene grandes ocurrencias, y trajo a la III Agrupación tres cucharas-collar. Nos las dio poco después de mis lágrimas espontáneas, después de A todo Amor de Ángel, vaya, lo cierto es que en aquel momento yo no podía más, no sé, de tantas cosas. Felicidad, agradecimiento, asombro. Todo, todo. Y todavía nos quedaba muchísimo más. Porque las bondades eran muchas y a veces dos días cobran tantísima intensidad. Mai, después de pasar julio conmigo, con María y David, suele decir que los tres juntos somos un gran espectáculo, que se genera algo. Yo le respondo que para muchos esa visión resultaría incomprensible, porque no todo el mundo entiende nuestra forma de hablar. Después le digo: Mai, tú sabes ver, y también recibir. Eso es algo increíble.

El sábado en un autobús cruzando la Gran Vía utilicé sus frases. Le dije que nosotras tres juntas también creábamos algo, un cauce, no sé. Temo ser presuntuosa, pero lo diré, creo que estando juntas se genera un poder. Algo sucede. Cada una traemos nuestros pequeños seres, los internos, los externos, los miedos, los retos, los errores. Hay regalos, hay sinceridad, hay muchas ganas de aportar, de ayudarse. Por eso en este 2007, tan convulso para las tres, por otra parte, ha habido tres hitos importantes. I Agrupación, Bilbao, mayo. II Agrupación, Barcelona, agosto. Y la III Agrupación, estos días, en Madrid, hablando hablando hablando. Viendo a algunas personas. Enseñando mis lugares. Explicando todas nuestras grandes verdades, y los desastres...

Descubriendo un resplandor el sábado, a media tarde, cuando acabamos sentadas en un escalón, en la esquina de Gran Vía con Callao, después de nuestra visita a fnac y con el mismo libro cada una entre las manos: El Delirio de las nubes, de Mado Martínez. Me complace muchísimo contar que me alegró mucho regalárselo a Anna y a Mai, y tener mi propio ejemplar. Mientras millones de personas pasaban por delante de nosotras, leímos algunos poemas. Eso sí debió ser un gran espectáculo. Tres chicas sentadas de cualquier manera con un delirio de las nubes cada una entre sus manos. Peor todavía: leían. Lo que no puedo explicar, llegados a este punto, es decir, el final, es que en esos poemas estamos nosotras, y que Anna encontró de repente los delirios en un estante, pero que además hace semanas que una persona encantadora me los recomendó. Más todavía: había tres. No había dos, ni cinco, había tres delirios. Aún estamos digiriendo todo esto. No sé qué pasará.


1 comentario:

MAYA dijo...

A situaciones como éstas yo le llamo causalidad. Y las personas que se comprenetan de forma extraordinaria son un poder en todo el sentido de la palabra. Tres persona leyendo poemas y mirando las nubes es un espectáculo que a mi me encantaría fotografiar un día. Lo que ha de pasar, pasará y eso tiene su cuota de milagro. Tu anillo de cuchara tiene magia. Nunca lo olvides. Es tu amuleto y que vaya contigo siempre. Guarda historias, sensaciones y tiene poder...sobre todo eso.

Un beso uterino mi bella Rebe. Te miro siempre desde acá, cruzando los dedos para que todo vaya bien y que tus personalidades se sientan en paz cùando dialogan.

Maya