sensibilidad suspendida

(razón: allá)



por su importancia (enésima)


No sé si caen lágrimas del cielo o llueve.
No sé si llueve o caen miles de lágrimas del cielo.
La vida llora cuando ella llora. Eso lo sé.

No sé si la ventana da a una noche real,
o sueño una noche que se proyecta desde el fondo de este
cuerpo malformado.

Soy un sueño aberrante.
Y por cargar este deforme destino he aprendido a
desprenderme de las
gentes como se desprenden las plumas de los pájaros,
las palabras de las palabras,
y las hojas del viento.

Malú Urriola,
Bracea






Hoy he encontrado este libro de Malú en mi buzón, y recibir libros desde lugares lejanos me pone bastante loca. Las cartas están bien, claro, pero nadie las escribe. Mi última carta la escribí en Castrourdiales, en la casa de mi amiga Vanessa, sentada con su madre en la cocina. Era Semana Santa, la última. Madre iba a Londres a visitar a hija, mi carta iría en la maleta, entre paquetes de comida y cartones de tabaco; algo así. Ni siquiera era una verdadera carta, no había sobre ni sello, no viajaría en buzón, pero al menos cumplió su función. Eso creo. No me acuerdo de mi última carta recibida, palabras sin más, o nada menos, pero sí me percato de la afluencia de paquetes en mi pequeño servicio de correo postal, de avisos bajo la puerta o en el felpudo y sobres marrones con esos globitos tan divertidos dentro, y más dentro algún libro.

Aún estoy leyendo el tercero del último envío, un Bulgakov que llegó de Francia, tras dos libros de Yasunari Kawabata. Sin embargo en mis lecturas, sobre todo en los momentos clave (Boccanera en febrero, por ejemplo), siempre intercede la poesía. Algunos son una constante, como Ángel o Rilke, otros son instantes y algunos vienen justo cuando tienen que venir. Volví a Madrid en septiembre de 2006 y, del otro hemisferio, me traje todos los poemarios de Malú Urriola conmigo. En realidad me traje un trocito de Malú porque, como todas las personas que me encontré en aquel viaje, ella demostró que el intento merece la pena, que uno puede ir desnudo, portador de sonrisa, y que le acojan. Incluso que le entiendan. En muchos casos que lleguen a quererle. Malú Urriola aceptó a esta loca que suscribe como la aceptó Ángel González. Ella, también como Ángel, no se asombró. He aquí una mujer impasible, e increíblemente tierna, que me recibió en su casa de las afueras de Santiago de Chile como lo hicieron sus gatos, en silencio y serenos, que me hizo un café y me preguntó quién era, que me dio las gracias por estar allí mientras me dedicaba todos sus libros.

Después me invitó a un recital al que no pude ir, me pidió un taxi desafiando el frío y me abrazó cuando nos despedimos. Este septiembre, cuando me avisó de su nuevo libro por email, muy orgullosa le conté que mi amiga Claudia, escritora chilena también, estaba en Santiago y ya me había avisado de que volvería a España con el nuevo libro de Malú para mí. Malú Urriola contestó en el minuto siguiente invitando a Claudia a la presentación, y a mi orgullo se unió una increíble satisfacción. Hoy llegó el libro y se topó con mi iluminado regreso al universo de los no resfriados, aquellos que respiran y no pasan del calor al frío cada dos por tres. Después todo eso se encontró un preciso y precioso email de Claudia preguntando: Rebe, llegó? Lo envié hace unos días. No es culpa mía, no es mi responsabilidad…, si vivo en la metatextualidad, son los demás, o todos juntos, debe ser, no sé. Y por eso conviene redundar, o al menos a mí así me lo parece. El otoño pasado en Madrid, tras mi otro otoño en el hemisferio sur, Malú Urriola y su libro Nada estuvieron aquí, y después sucede que realmente aprendo a nadar, es decir, a vigilar mis aguas, para no naufragar o sucumbir, sino asumir y encauzar. Como en la frase de Juan Gelmán que precede un poema de Malú en Bracea: Hay que aprender a resistir. Ni a irse ni a quedarse. A resistir. Sí, exactamente así. Como esta chica de la foto, protagonista de mi único impacto hasta el momento con eso tan incomprensible: el videoarte.

Este ha sido un año muy malo y muy bueno para mí. Para entendernos (me parece increíble que esté diciendo esto), muy paroxista. No dejo de encontrarme gente que ha leído Tokio Blues, o lo está leyendo, o incluso que decide leerlo por mí, y en estos casos no lo están leyendo porque se lo haya recomendado, sino pura y sencillamente por mí, para conocerme,entenderme, tal vez incluso quererme más. Y lo mejor de todo es que soy capaz de hablar, de decir lo que sentí, contar que me encontré con un personaje cuya vida era un calco de la mía y fue terrible, demasiada metatextualidad, incluso para mí, pero eh, nadé, eso es lo que quiero decir, se me abrió la puta cabeza y llegué, como en el poema de Ángel, hasta esta orilla. Y bracear me parece un reto interesante para continuar.

14 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola:

No sé si conoces el libro de Ramón Gómez de la Serna que se titula "Rebeca", te mando dos frases que he encontrado en internet a guisa de arándanos:

"Rebeca es lo que evidencia la vida sin rencor ni violencia, lo que encanta de nitidez del vivir, la que nos hace olvidar la muerte"

"Ya iba a estallar, a gritar ¡Rebeca! por el balcón cuando la lluvia calmó la sed de las piedras y borró lo escrito en su pensamiento"

uminuscula dijo...

En agosto conocí a un hombre en un aeropuerto, nos encontramos en la vorágine de la t4 y nos unimos. Me contó, entre otras cosas, que era especialista en Ramón, y me mencionó este libro. Pero no me dijo ningún arándano, Pablo. ¡Qué hermosos son! Parecen hechos para mí... Ahora quiero ese libro, jo. O encontrar más arándanos, ¿puedes ayudarme a buscarlos? Y vaya, tante grazie, por la ocurrencia, por la belleza, y por traerla.

Anónimo dijo...

A mí me encontró hace seis o siete años, en el puesto que pone un hombre en la cibeles, a los pies de correos.

Es una edición austral azul preciosa. No lo puedo traer al curro y en casa no tengo internet, pero buscaré el paroxismo de la rebequedad y te lo mandaré.

uminuscula dijo...

¿Hay un puesto ahí? Yo nunca lo he visto. Y mira que he esperado taxis, o incluso búhos, en esa esquina. Me fijaré este fin de semana, que vienen amigas a Madrid y saldremos a la calle... Aunque hoy me siento peor que ayer y creo que sigo enferma. ¿Por qué estoy tan habladora? Además está hablando Rebeca, claro... Me parece muy curioso que no tengas internet en casa y a tu trabajo no puedas llevar libros, ¿en qué trabajo está prohibido portar libros? Vamos a tener que montar una pequeña revolución, Pablo. Esperaré tus paroxísticas pesquisas.

Anónimo dijo...

Me dejan traerlo pero no puedo abrirlo... ¿es buen motivo para una revolución? creo que sí.

El puesto está (o estaba) desde las nueve hasta las dos de la mañana, pero igual lo han quitado, hace años que no voy a la capital.

Que lo pase muy bien con sus amigas, y que se le pase el resfriado del todo.

uminuscula dijo...

¡No quiero trabajar!

samsa777 dijo...

Ya tienes el regalo en mi blog. Pásate a buscarlo cuando quieras.

MAYA dijo...

Regrese!!!!!!!!

Bueno, mi querida Rebe, encontrar un libro en la casilla postal es siempre una aventura. Y a mi los globitos de los sobres cuando llegan los libros a la editorial me divierten mucho. Estén en el corazón de Angel y Marilu. Y si te llevaste contigo sus libros, buena compañía te estará haciendo en estos días de estornudos y resfrios.
Y si pues, hay que aprender a resistir, ni a irse ni a quedarse. A resistir. Y en eso ha hemos cortado harto pan.

Beso,

Maya

Ana María Vilchez dijo...

Rebe, qué lindo que hayas recibido "Bracea", así lo podemos comentar.


Creo que nadie, todavía,
puede imaginar la grandeza
de "Bracea".

Cuando conocí la poesía de Malú - por allá por el 2003 - con el libro "Dame tu sucio amor", supe que mucho que aquellas fuertes palabras me ligarían a ella.

Años más tarde nuestros vínculos escriturales son cada vez más certeros.

"...Entonces comprendí que las estrellas están en todas partes"
(Bracea, cap. La Casa, Malú Urriola)

Ana María Vilchez dijo...

A penas sepa de alguién que vaya por Madrid, te mando "Duelo".

Sé que es algo pendiente.


Un abrazo y...nada o bracea.

e-catarsis dijo...

"Hay que aprender a resistir. Ni a irse ni a quedarse"
No puedo estar más de acuerdo y como tú me entristece no recordar cuando fue la última vez que recibí una carta -sí recuerdo que hace mucho que no escribo una- mi buzón es como yo.... un pequeño almacen de información inútil

grande dijo...

graNDE!!

Julio Rey dijo...

Manos. Extiende una de las tuyas, apóyala en el suelo, abre los dedos.
¿No te parecen raíces y te hacen sentirte por un momento arbol?.

Anónimo dijo...

Querida amiiga, ¡gracias por visitar mi casablog! Bienvenida. Ahora soy yo quien visita tu casita virtual, con tu permiso. Me dices en tu comentario que esperas y confías poder encontrar la manera de relatarme la importancia de todo a propósito de El Delirio de las Nubes, y como estoy segura de que así será, te paso una mail (madomartinez@mac.com) y te invito a volver a mi casablog cuando te apetezca, porque siempre serás bien recibida. Un abrazo cósmico. Mado Martínez. www.madomartinez.com