sensibilidad suspendida
(razón: allá)
PRIMER ADVENIMIENTO PAROXISTA
Hay una expedición en mis venas.
Soy uno más de ese millón de solitarios
del vasto Bilbao que llaman grande
quienes rezan con la guía telefónica.
Vivo en uno de ese millón de miradores
sobre una ría que se abre hacia la mar.
(G.Y, Album de agujeros, 1988)
Yo tengo una exploracion en mis venas, y vengo de una familia de marineros, y mi amigo Julio nos llevará hasta Alejandría, y allí leeremos unos poemas, hará frío por la noche y beberemos vino caliente, hasta que riamos tanto que se nos llene la barbilla de besos morados. Y sin banderas. Para qué queremos banderas, si tenemos venas. Y estas manos, tenemos estas manos, quiero decir, tus manos, y las mías, y las estoy cuidando, ¿tú?
(mi u cuando no sabía que existía)
Para qué queremos banderas, si tenemos venas.Apuntalamos la t a la rutina y, sin embargo, valoramos la importancia de la ruinas. Nos interesan los escombros. Nos interesa incluso la palabra escombro. Más todavía, abogamos por la elevación de la Etimología a doctorado preciso y precioso. Sobre todo, honroso. Los intelectuales mejor considerados de nuestro MinUsculo Archipiélago Paroxista son aquellos que disfrutan paladeando palabras. Es un espectáculo fascinante observarles cuando, como no, barruntan (senti)pensamientos mientras saborean. Después suelen sonreír, ya han hecho la palabra suya.
Es en esos momentos cuando los pequeños paroxistas que se deleitan ante Lo Bello quisieran sentirse minúscula y última
vocal,ínfima parte de un hUracán, estrUendo, arroy-u-elo reconvertido en rayo fUgaz, plateado, valiente, mercurio ascendente, y luego un pez, dorado siendo salmón, bUscador de coral, de nube de mar. No hay acuario capaz de frenar semejante comunión, el agua es parte del pez, y no al revés.
Nos gustaría aprender a nadar. Sobre todo a contracorriente. Nos interesa incluso la posibilidad de brotar como planta, trotar como caballo, a veces galopar. Tal vez debamos confesarlo, en realidad queremos volar, formar nidos, hilvanar destinos con el pico, navegar, planear, hacer cUac cUac cUac. Leeríamos fábulas y soñaríamos con poder croar, sentarnos sobre una hoja de árbol hermano que se posa de forma pasmosa sobre el agua, dulce o salada, que también es su hermana, y por las noches veneraríamos al tiburón cuchara. Manantial y campanario, muro de piedra con huecos para que otros planten su simiente. Nos gusta pensar que madurar es convertirse en caUce. Aún somos arroyuelos, pero dadnos tiempo.
Antes aprendimos a ser fruitivos, incluso frutas fruitivas, ciruelas, cerezas como bolas chinas y por supuesto arándanos, siempre arándanos para acompañarnos, y así podemos debatir sobre el blueberry y el cramberry, y de cuál se extrae ese zumo que beben los ingleses, y de cuál se obtiene un sirope con el que acompañar pancakes en Pennssylvania, cuando es otoño. Aprenderiamos a hacer muesli, plantaríamos albahaca y alguien conduciría un coche azul por la ruta 66 hasta encontrar un rincón del Gran Cañón, fabulosa obra de la naturaleza, de su agua. No sentiríamos miedo. Estaríamos contentos. Sobre nuestros muros blancos se arrastraría la hiedra hasta el techo. Hiedra para abrazar. Para enseñarnos a decir la verdad. También aprenderemos a hablar francés, y los franceses serán los protectores de las úes que un buen día optaron por convertirse en nube. Baudelaire es su bien más preciado.
De hecho, en la Biblioteca Nacional Nubefílica este poeta dispone de espectaculares aposentos. No hay estanterías. Están el espanto y el asombro dentro. Se sabe que juegan al ajedrez. Les gusta beber leche caliente. Comparten una ventana, y aprenden a mirar a la vez. Como el acuario dentro del pez. Éste, aunque a veces vive en blanco y negro no se olvida del poema de Rimbaud, Vocales. En realidad, aunque los etimólogos están bien considerados los sinestésicos más. Mucho más. Por eso puede abrirse la tierra cuando en el Archipiélago hay sinestéicos etimólogos. Se hacen fiestas. Se bebe agua de una catarata y las nubes se desnudan. El evento comienza al atardecer. Puede que alguna persona acabe de tender su ropa, alguna que otra sábana y un mantel. El mandil lo lleva puesto, y su pelo forma parte del viento. Habrá escalones después, no serán demasiados pero sí absolutamente necesarios. Las reglas de la buena mesa aconsejan usar tenedor mientras sea posible antes de usar una cuchara, al igual que se escucha que jamás un huevo frito se corta con cuchillo. Renegamos. Comemos con las manos. Esto lo aprendimos en Sri Lanka. Nuestro anfitrión nos enseñó a formar una cuchara con las manos. Antes, nos ordenó lavárnoslas. Nos dijo que uno de ellos lo utilizaríamos para empujar. Nos daba vergüenza, entonces.
Aquel día tampoco existieron las banderas y se supo que
zapato se dice también zapato en singalí, al menos su sonido, o puede que no fuese zapato sino mesa. En cierto modo son la misma cosa. Sustentan. Se apuntalan, casi casi per se, o ensimismados. Es muy posible que en ese momento desapareciera del diccionario la palabra aledaño. Alféizar se convirtió en la reina. Las abejas bailaron como si fueran mujeres caribeñas, aunque nunca quedó claro si realmente se cubrían con cocos las tetas. Se redefinió el Planeta. Comenzamos a llamar a las cosas por su nombre, el Globo en el que viajamos dejó de llamarse Tierra y tomó por nombre Agua. Sigue siendo lo que más tiene y lo que más le falta pero es más consciente de su identidad. El agua no erosiona la t, sólo lava, aclara, hasta convertir la consonante por anTonomasia en un ancla. El barco no naufraga, la savia es verde y sabia, las sibilas ya no son mujeres extrañas, los templos u-terinos hablan, las úes se convierten en nubes cuando se desnudan, rápidamente se esfuman. Creo que es entonces cuando suena uno de los himnos paroxistas, el de TheDivineComedy, Tonight we fly, porque estamos hechos de harina, porque somos maleables, moldeables, y en nosotros los mordiscos de recuerdos y destinos son una señal para dar un paso al frente, un paso valiente, porque tenemos una expedición en las venas y ésa es nuestra bandera.
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1 comentario:
Puedo acompañarlos en esa expedición, nunca parto el huevo con cuchillo, lo aprendí de mi abuela. Y el vino caliente me sienta bien. No necesito banderas, ni nunca las necesitaré, solo buena compañia para crear palabras y descifrar misterios y ver la vida correr. El mar me gusta, no me mareo, soy buena compañera de viaje y lo que no entiendo lo pregunto y si me da verguenza igual pregunto.
Estoy lista.
Beso,
Maya
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