sensibilidad suspendida

(razón: allá)



HITO


05/09/06


Yo hasta ayer jamás me había encontrado con alguien a quien hubiera leído y al que admirara profundamente. He fantaseado en ocasiones con la posibilidad de presentarme un día en el hogar de Julian Barnes y decirle: Hola, tus libros me apasionan, ¿me dejas hacerte un té? También he imaginado que paseo París y Michel Houellebecq se topa conmigo (sí, él conmigo), y me pregunta por mis corpúsculos, me dice: Oiga, señorita, me interesan terriblemente sus corpúsculos. Está por dilucidar si yo acepto su interés o no. También está Paul Auster, claro, con él hay que tomarse algo por el Triangle Below Canal, entre Hudson River y Broadway, ¿verdad? Pues sí, todo eso. Pero nunca había pensado en que me encontraría con Ángel González, quien con su poesía no sólo me ha ayudado sino que además me ha llenado el alma, y el corazón. Él lo ha hecho latir con la pureza, no sé, con la naturaleza, con las cosas cositas cosas, vaya, sí se me había olvidado, puedo explicarlo fácilmente diciendo que Ángel González me hizo bolita.

Me hubiera hecho bolita también ayer, un poco así fue, pero no del todo porque estaba nerviosa. No mucho, un poco. Mi jefe casi me había vendido el tema como un reto, pero él lo hacía por darme gusto, porque cuando me hablo de entrevistar poetas, sonriendo, yo nombré a Ángel, dije: ¡Ángel González, Ángel González! Pero la cosa se diluyó un poco en el tiempo e hice otras cosas. Días después, repartiendo temas, dijo: Rebe, Ángel González, es todo un reto. Y sí, lo era, porque Ángel González es un hombre mayor, y hace años que no publica, y tampoco ya da clases, y no se sabe lo que hace. La verdad es que tuve suerte, lo sé, y como los poetas entre ellos se idolatran, gracias a otro conseguí hablar con Ángel, ayer por la mañana, y pregunté: Don Ángel, ¿podríamos vernos la semana que viene? El respondió: "Me voy a Asturias mañana... pero puedes tomar café conmigo esta tarde".


Cuando llegué al lugar convenido, una cafetería en la Castellana, le encontré cortando un filete con patatas. Demasiado pronto, me dije, una vez más has llegado demasiado pronto. Así que salí sin decir nada y me senté fuera, en la terraza, me tomé algo y esperé. Cuando vi que no había platos sobre su mesa me acerqué por fin, y él me dio la mano, y sí, claro, por supuesto, Ángel González es un hombre de suaves palmas, como mi padre, como algunos hombres que he ido conociendo. De verdad, cómo me gustan las palmas suaves, una podría quedarse recorriendo con los dedos esas rayitas ad eternum, qué hay mejor que eso. Pero pronto llegó un yogur, así que de nuevo me había equivocado, demasiado pronto, demasiado pronto. Me sentí mal. Me sentí mal por la posibilidad de que se sintiera incómodo porque de repente una chica irrumpiera en su rutina y le observara mientras toma su yogur natural. Adorable, yogur natural, adorable de verdad. Yo me pedí un café y esperé, y estuvimos en silencio ese rato, y no fue un silencio incómodo. Era como el silencio de mi abuela, que también tomaba yogur natural. Y oh, saben qué, qué hermoso es ver a una persona mayor remover con la cucharita el fondo de yogur, como un niño bien pequeño.


Estuvimos hablando un buen rato, y él me dejaba dirigir a mí, sí, él hizo eso, supongo que porque así debía ser. Se trataba de trabajo así que yo debía llevar la voz cantante en cierto modo, y yo preguntaba, y él me contestaba, y entonces me hacía sonreír, y así y así y así... todo el rato. Me contó que no hace nada y que está contento, que claro que le gustaría publicar de nuevo, pero que eso no depende de él. Y yo respeté, no sé, hay veces en las que no hay que preguntar, y yo eso ya lo voy aprendiendo, es un gran trabajo aprender eso, eh, a no preguntar cuando no hay que preguntar. Y claro, yo también le conté muchas cosas, nuestro pequeño ejército, nuestras nubes, nuestras cosas. Me dijo, oh, ¿saben qué me dijo?, que no tiene Internet, no tiene Internet, y me pareció tan fantástico, me pareció genial. Hubiera querido, eso sí, no llevar yo la voz cantante-preguntadora, me hubiera gustado estar a solas y no en un bar, quizá un sofá mullidito y de color verde, y sí, ahí, por supuesto, café, entre los dos, y que él me hablara.


Yo felizmente me limitaría a sonreír. Pero sonreí, sonreí mucho. Cuando salí de ahí comencé a caminar, y no sabía donde estaba, pero seguí caminando hasta que vi un letrero bien grande que decía Nuevos Ministerios. Entonces me di cuenta de que iba en dirección contraria, de que estaba en estado de shock total, que era feliz. Pongamos un poema suyo, es imperativo, ¿no creen? He elegido uno. No es el que más me gusta, tampoco creo que sea el mejor que ha escrito, sólo es el que me ha parecido a mí. Podriaís decirme cuál pondriais vosotros, si os apetece. Yo elijo Me basta así.



http://www.cervantesvirtual.com/bib_autor/AGonzalez/index.shtml




ME BASTA ASÍ

Si yo fuera Dios
y tuviese el secreto,
haría
un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
-de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso;
entonces,
si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día,
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo,
mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando -luego- callas...
(Escucho tu silencio.
Oigo
constelaciones: existes.
Creo en ti.
Eres.
Me basta.



1 comentario:

Sir John More dijo...

Me voy a dormir y en la boca llevo un sabor a lluvia limpia. No se podría haber escrito mejor ese encuentro, no.