v U e l o

En países de nieblas
también nacen flores
(Del poema Razón, de José Hierro)



Me voy a Marruecos. Tengo una maleta repleta porque no sé cuándo regreso, y esto me provoca una sensación de vértigo muy placentera. Me voy, me voy, hasta luego. Madrid-Sevilla-Puerto de Santa María-Algeciras-Ceuta-Marruecos. Más o menos como la primera vez, pero sola, y con distintos medios. En Puerto encontraré a un par de soldados paroxistas, en Ceuta a otros tres. Después, no sé qué va a pasar, y eso también me parece muy bien. Y ahora una verdad: creo que estoy cerrando un círculo.

Comencé el 2007en Marruecos precisamente. Lo comencé guay, divertido total, viajando y entre amigos, y en un país increíble. Se torció todo en el regreso a este pequeña corte de cohortes. Se torció más. Se terminó de torcer, digamos que fue el acabóse. Hubo enfurecidos e inútiles intentos por ordenar cauces; infructuosos, dolorosos y, finalmente, inanes. Pocas semanas después Tokyo Blues se interpuso y en mí se instaló la duda socrática, un dolor de ausencias lacerante, los recuerdos con una frecuencia constante y la abertura de lagunas mentales. No recordaba nada hasta entonces, y de repente todo vino de golpe, todos los dolores, y una boca abierta que no emite sonidos porque está gritando hacia dentro mientras la tripa, no sé por qué, duele, como si me viajara el dolor por las extremidades, de afuera, por mis pies, atravesando los contornos hasta llegar a mi esófago, a laringe, a mis cuerdas vocales.

A veces se instala en alguna parte. El borde palpebral se acobarda. Se me quedan dentro todos los cristales. Tengo que aprender a ver a través de las pestañas, y me siento animal, en una esquina ficticia, sin poder hablar. Me atraganto. No hablo porque dentro no callo. Se me dispara el pensamiento. Decenas de personas pasan por mi cabeza, y situaciones, investigo las razones, me pierdo por supuesto y luego vuelvo. Es cierto que soy una persona dramática. Es cierto que tengo el puto efecto dramático desarrolladísimo, y es por eso, me gustaría pensar, que vuelvo rápidamente. Tal vez sencillamente estoy habituada a regresar; me da igual, el caso es que sucede. En estos meses, sin embargo, han sucedido en mí novedades. Por primera vez tuve una impetuosa necesidad de alejamiento absoluto de la realidad. Teniendo en cuenta el sitio en el que trabajo (trabajaba, te lo dije, se me acababa el contrato, voy a ser mejor persona ahora) es complicado abstraerse de lo mundanal.

No me ha ido mal. En este tiempo, además, he cerrado muchas puertas, y eso me complace. Abro nuevas ventanas con mayor seguridad. Se empieza a ver el sol algunas tardes. Ya no tengo demasiadas obligaciones. Excepto alguna que otra además bastante hermosa, digamos que me esperan tiempos de ocio por delante. Espero encontrar algo de paz. Espero que, tal y como parece, esto de recordar se acabe ya. Ahora quiero empezar a soñar.