sensibilidad suspendida

(razón: allá)



welcome to the jungle











Debajo de mi casa hay un karaoke. Es la primera vez que lo escribo, creo, esto del karaoke. Mis íntimos lo saben. Los que me acompañan a casa, los que insisten en ir a tomarnos algo, lo saben los taxistas, claro. Hoy me trajo a casa uno muy simpático. Como suele ser habitual en mí, comienzo y termino los viajes de forma extraña, difícil y, finalmente, graciosa. El primer fin de semana de febrero, antes del estrépito, me fui a Inglaterra. Madrid-Bristol, después Gloucester. Pasé un día hermoso con Cristina en Stratford-Upon-Avon. Cristina también era un soldado paroxista de la Operación Tarifa que, cosas del azar, se ha desarrollado en Marruecos. Es una de las personas con las que más he viajado en mi vida, me parece. Con ella he paseado Catania, Siracusa y Taormina, Londres, Madrid, Bilbao, Chaouen, Tetuán, Tánger, en fin.

Cuando fui a visitarla en Gloucester en febrero me llevé un gorrito verde que me compré en mi visita anterior. El gorrito me lo había comprado con ella. Fui a Barajas con el tiempo exacto porque, con el tiempo, he ido aprendiendo a no ponerme histérica con ciertas cosas y a no llegar una hora antes cuando basta con media. Aquella vez esto me causó problemas porque tenía uno más: había equivocado el pasaporte. No sé por qué, pero tengo dos. Los únicos de mi vida, vaya. Y me llevé el caducado. La azafata informó: tienes hasta las cinco menos diez. Eran las cuatro y media. Creo que el gorrito me hizo sudar justo en ese instante. Decidí que debía intentarlo. Busqué un taxi. Ninguno me paraba y me hacían señas extrañas; yo entendí que en esa zona no podían recoger, sólo dejar, uhm, ¿pasajeros?, eso quería ser yo. De repente uno que en ese instante lanzaba un par de transeúntes me fichó de estrangis. ¿Se dice estrangis? Yo comencé a pensar que tenía una oportunidad de volar, y la aproveché. Se lo conté todo: mire, yo tengo un problema. Necesito llegar a mi casa, encontrar un pasaporte que, con sinceridad, no sé dónde está, y volver a Barajas en menos de media hora, ¿usted cómo lo ve? Él se animó enseguida. Yo estaba nerviosa y no emitía sonidos, sólo algún quejido ocasional que él con mucha pureza calmaba.

No dejé de darle problemas. No tenía suficiente dinero para ir y volver al aeropuerto así que necesitaba hacer uso de un maravilloso cajero. Son un rollo, por cierto. El taxista, cuyo nombre no sé, y esto me hace sentir fatal, la verdad, era capaz de pensar por mí, y me dijo: Tú te bajas en el cajero más cercano a casa, corres, yo te espero, y vamos hasta allí. Y eso hice. Entré en mi casa antes de las cinco menos cuarto y, en la segunda estantería que miré, estaba mi pasaporte, el bueno, el nuevo, él. Te confieso que en el ascensor grité. De emoción, no sé, y el taxista me dejó en Barajas a las cinco menos diez pasaditas, y el tipo de easyjet no me quería dejar pasar pero tuve muchísima suerte aún y mi vuelo se retrasó, así que hicieron una excepción, y recuerdo que charlé mucho con mi compañero en el avión, era ingeniero, y hablamos de teatro. Hoy no tuve compañero en el tren, me tocó en el lado de las filas de uno, y estuvo bien. Me dormí la primera hora del viaje, como hago siempre, y luego despierta hasta llegar a destino, para asimilar bien que ya estás regresando.

Después el desastre, pero eh, calma, yo la tengo bien apuntalada, así que no quisiera llamar al pánico. He llegado a Atocha sin dinero y mi tarjeta no la leen los cajeros, ayer tampoco me dejaba pagar cosas, hoy no me daban nada de nada, y bueno, no tengo mucho, pero algo sí, por suerte también tengo familia por aquí, y si no habría buscado amiguitos, claro, así que al final nada es tan malo. Por suerte tenía batería en el móvil, diablos, me podía comunicar. Como se decía en mi casa, pedí sopitas, y me monté en un taxi sin tener dinero para pagar. Alá proveerá. Al señor taxista también le conté toda mi movida. Creo en yo en la vida, así en general, me dedico a hacer terapia, pero en fin, el señor era simpatiquísimo y le encantaron mis orígenes bilbaínos. Me contó de todo, y me dejó en casa como una reina, sin un duro, y feliz. Me ha sorprendido cierto advenimiento familiar en la corte. Me apetece, además. Hablar con gente de mi familia me apetece de verdad. Hoy mismo uno de mis tías me preguntó si seguía llorona y es que, el domingo, desde Cádiz, le llamé por teléfono para preguntarle cosas, para contar, y me puse a llorar, diciéndole que pensaba mucho en todos y que me ponía a llorar, pero no mal, no sé, realmente no mal, tan sólo hondo, pero guay.

Advenimientos y adversidades, bueno, pero todo bien. Supongo que mañana podré conseguir otra tarjeta del demonio e invitar a alguien a tomar café. Pero no tengo muy claro cómo voy a conseguir llamar a alguien para quedar antes de tener dinero, porque he debido de dejarme el cargador del móvil en Málaga; he rebuscado en mi maleta, Matilde, con ahínco, pero no está. Matilde descansa ya. Yo trataré de convertirme en una persona normal, con dinero en la cartera, móvil preparado, tarjeta a punto de estallar. Igual tardo un par de días, pero ya llego, ya. Al fin y al cabo vengo de Marruecos, eso está muy lejos, aunque se trate de 14 kilómetros o así eso del estrecho. Si no recuerdo mal allí dicen prisa mata. Pues eso. Ah y un beso, : )

P.S: Anoche escribí esto tras el desastre, para colocarlo en mi alter ego amistoso, tribecca, pero como estoy en racha, el fotolog no va. Son las nueve de la mañana, y planeo ducharme y solucionar todos los problemas.

Tengo ganas de escribir,

tengo ganas de bajar las fotos,

de contar todo lo bello,

lo hermoso,

lo dulces que fueron todas las lágrimas.

Volveré pronto.


6 comentarios:

Anónimo dijo...

.

Bella!

Algunas tarjetas se desimantan (al pasar por controles en el aeroipuerto o al estar cercanas a móviles y ondas y demás misterios) y resultan inoperativas... Seguro que hoy te la han reactivado en el banco. Seguro que alguno de tus amigos tiene un móvil de la misma marca que el tuyo y te pueded dejar un cargador.

El fotolog no chuta...
Tengo ganas de ver tus fotos y que nos cuentes.


Un abrazo grande, amiga!
muak*

.

m dijo...

tengo ganas de que me cuentes, y de invitarte a café.

tía, el gremio de taxistas es excepcionalmente benevolente contigo, lo sabes, no? en general, al menos en Madrid, son más cabrones. Tú y yo somos de las pocas taxistofílicas que conozco.

bueno, eso. Ti amo, parlons pour le weekend.

Anónimo dijo...

Rebienvenida a la fatalidad. Has entrado con buen pie... Besos.

Javier Menéndez Llamazares dijo...

Lo de los pasaportes es terrible; lo peor es viajar en coche y descubrir en la misma frontera que lo tienes caducado... y que no te dejen pasar.
Una historia muy intensa, me ha encantado.
Un saludo.

Jorgewic dijo...

Bienvenida a casa. Se te echaba de menos. Empieza la carrera otra vez, preparada, lista..., ¡ya!
(No olvides comprar el décimo de loteria y hacer copia de seguridad de todo, que con esa suerte que tienes).
Un beso

maría nefeli dijo...

Welcome et bienvenue...
un beso!