sensibilidad suspendida

(razón: allá)



v U l v a







03/08/07



Debe ser de ley vivir la jornada de hoy, Día Internacional de la Mujer, trabajando mucho. Con sinceridad, no me lo esperaba. Esta mañana ni siquiera recordaba que hoy fuera 8 de marzo. Hace días que Marta terminó su página sobre eso en el suplemento, y yo me rijo no por el día que vivo sino por el que estoy escribiendo (terrible esto). Dos días vista, más o menos. Y, además, hay viento. Dejando a un lado el frío, con viento los días son más inciertos. De alguna manera inconclusos, no sé. Ah, ya sé, abstrusos. Qué si no puede ser acabar el Día Internacional de la Mujer, esto, ¿trabajadora? Como sea. Día de la mujer, 22:12 pm si he de ser precisa, y suena una lavadora. A mi espalda, la cabrona. Te va a parecer una chorrada, pero te lo voy a contar, me da igual. ¿Te suena eso de estar en el cole y que tus compis digan que se van al pueblo en Semana Santa? Puede que incluso tú mismo lo dijeras, y te fueras al pueblo, a ver a la abuela, tal vez fueras súper afortunado y allí había ovejas, gallinas, cerdos, lo que sea. Vacas, estaría bien, ¿no? Son simpáticas, y serias.


Pues yo nunca fui al pueblo. El pueblo. A pueblos sí, pero nunca al pueblo, y nunca me llevaron en el colegio a una granja escuela. De igual manera, cuando estoy en casa de alguien y justo ponen, tienden o hablan de lavar ropa, de esa palabra que nadie dice, sólo en las películas norteamericanas, la colada, y siempre alguien acaba hablando del olor del suavizante o jabón de su madre y blablabla, a veces soy capaz de detener mi propio pensamiento pero, por lo general, me pasa por la cabeza una fugaz ausencia. Yo nunca retuve, en realidad ni tuve, conciencia de tal olor. Ni siquiera soy capaz de mantenerme fiel a una marca de jabón. Hoy, por ejemplo, probé en una tienda de chinos (porque a esas horas no hay nada más abierto), cuando salí de trabajar pero, tras escalar unas cuantas cajas de cerveza y verle las ligas a la señora, no vi ninguno y salí de ahí cuando le veía el culo mi adorado 73, que me deja casi en casa. Casi en casa por fin también encontré jabón, una bolsa del mítico Wipp Express y una botella de suavizante de tres litros de color azul. Algo blancuzco. No sé si el señor de la tienda me ha timado o me aconsejó bien. Yo quería el pequeño. Pero él habló: El pequeño es 2,95 y el grande 3,25 y es litro y medio más. Ah vale, gracias, le dije. Con esas bolsas verdes llenas de higiénicas cosas, porque he olvidado decirte que también compré papel higiénico, con el viento resoplando y en esta calle enorme de esta ciudad insomne me daban ganas de gritar. Fuera pensamientos. Todos, los que me impiden alcanzar la ingravidez y los que consiguen que, pese a todo, no pare un momento, no ceda a Tris, que diría Angélica, menos a Desi, ¿no es cierto? Su segundo nombre es apatía. Porque si gritara todas las cosas me llamarían loca.


Te puedo hablar de Javi Cid y lo guapísimo que estaba hoy, y de que su genial abrigo de 700 euros de noséquémarca conseguido a 100 y algo se ha deshilachado en una esquinita. Qué prado de espinas, dice Cid a veces, qué valle de lágrimas, después, y he acabado con él la jornada trabajadora de las pelotas, y con Juanjo Becerra, y en tres minutos dijimos innumerables verdades, y nos reímos. Como es habitual si está Cid, hablamos de sexo. Le dijo a Becerra que si él (Cid) se la chupase fliparía. Cid es así, un homosexual expansivo, y encantador por supuesto, que entre otras lindezas me dice cada día, en el ascensor, si me la puede meter un poquito. Y también es el que, si me pasa algo, como ayer que me resbalé al entrar a trabajar, porque había un charco, me viene a ayudar, me abraza y me mima un rato. En esos términos de adoración y perversión yo sólo pude continuar la broma pidiendo que, llegado el caso, me dejaran mirar, claro. Entonces nos entró la risa tonta. La misma que me entra cuando Marta me hace bromas que nadie creería y yo trago. Trago completamente. Hay también sonrisas, las que vienen cuando Neva me envía las fotos que hizo en Madrid cuando ella y Liz estuvieron aquí. Neva me llama Becky, me gusta porque casi nadie lo hace. A ella le dejo. Ella que envió hace mucho a mi email esta foto, “loquevihoy”, la título. Y hoy, cuando vi la foto de mi querida Anna, http://www.fotolog.com/2punys si he de ejercer de esto que habitamos, la recordé, era ella, era una y eran todas. Y es todo una puta broma. En mitad de una sección en cuadro, invirtiendo mis dos horas de relax de la comida en una seudosuculenta idem en el Hotel Palace mientras Fernando Savater presentaba su último libro (La verdad eterna se llama), es de agradecer conseguir esta sensación de funámbula belleza en medio del hastío inevitable que provocan tantas cosas. Las de tantas personas. Tantas historias.


También sonrío, sin desvelarlo, tras hacer las paces con Jorge. Hoy, hoy por primera vez, hemos discutido. Yo le mandé a tomar por culo después de que él me dijera, de muy malos modos, que estaba diciendo chorradas. Luego no era yo, no sé, esos rollos que a veces te lías y no te encuentras y al final es todo una mierda, qué te voy a contar, que no te haya pasado. Aquí, en este piso incrustado en Madrid, continúa sonando una lavadora. Por favor, nada de diccionarios ni libros de arte llenos de bellos cuadros, una lavadora secadora sería el mejor regalo en mi próximo cumpleaños. Es curioso que, mientras escribía esto, me hayan llamado dos personas. Ana María desde Chile, que sabiamente me recuerda que debo enviarle algo. Mañana dirección Santiago, I promise. Y luego Zuria, mi amiga de la universidad que ahora vive en Madrid. ¿Qué tal, Rebe?, dijo. Bien, ¿tú? Con la regla, respondió, pero bueno. Y yo añadí: sí, la mía está al caer. Ya sabes, eso de la herida cíclica de la mujer (trabajadora). Y ahora me voy a tender.





* para Anna, una chica muy importante que sabe dar besos con estrellas




1 comentario:

Anónimo dijo...

Bien por la tocaya que mira al cielo cuando besa.
Un saludo.