sensibilidad suspendida

(razón: allá)



alegato









A veces, no sé cómo, me pone triste el entorno y mi corazón (ajeno o extraviado, o tonto…) se siente redondo.

Para una u minúscula, como sabrás, esto es harto complicado.

Una breve observación del espacio no me ayuda demasiado: encuentro el sol del último día de julio filtrándose entre las ramas de los árboles,
Plátanos falsos,
Bellos, sin embargo.

Un grupo de niñas-mujer retozando en el verde,
Sobre toallas para sordos,
Esto es, chillonas,
Y bikinis de terrorífico color pistacho.
Al fondo, una botella de agua,
Y un mar flotando en el espacio, con un pico
De montaña en las entrañas, nubes danzantes
Y cielos grises compartiendo (alternando)
El contratiempo de controlar la temporada de baños,
De capazos, sandalias con taco, hombres en
Pantalón corto y alguna que otra belleza fugaz en unos brazos.

Si en Madrid hay parejas aquí en Getxo hay matrimonios,
Hombres vestidos por mujeres y tan contentos, o no,
Quien sabe, pero llevan jerseis de pico, verdes, azules,
Amarillos. Los mismos zapatos. Caminan sin hablarse
Pero parecen calmados.

Mientras, los adolescentes conducen coches,
Motos, hacen surf, llevan pantalones cortos,
Estudian Derecho, Económicas, y algo que nunca entendí de qué se trata.
Lo llaman la Comercial, y debe ser algo muy guay que estudian aquí los vascos. Luego se pasean, su vida sólo se entiende caminando, en silencio por lo general, y si no cantando. Comen, charlan, descansan, ¿será verdad? ¿será escenario?

Mi saco de dudas y sorpresas se desborda cuando atardece, vuelvo a casa y me cruzo con una pareja de ancianos que caminan de la mano, hay en ellos un aire de pusilánime dulzura que se me antoja el mayor tesoro para la época de desarraigo, no sé,
Caminaban de la mano, un matrimonio de más de ochenta años,
Me dan ganas de llamar a los diarios, de gritarles, es maravilloso,
En este lugar, es noticia que, a las cinco de la mañana, en las fiestas de Algorta, y borracho, un hombre tiró de los pelos a una mujer por la calle.
Clamoroso,
Que algo tan habitual salga en los diarios, a tres, cuatro columnas, página impar,
Y sin embargo,
Los viejos se dan la mano con inocencia infantil,
Y yo me pierdo en el laberinto de lo que contemplo.

¿Podría vivir esta paz?
¿Me aceptarían en su simulacro?
¿Por qué pienso así si aquí crecí,
Si a esto pertenezco, con esta gente me he criado?

Los miro y, ¿he de decirlo?
Siento un profundo desdén,
Siento sus vidas planas y sin embargo, seguro,
Están siempre contentos,
O no, no sé… las grandes familias aparentes
Esconden demasiados trazos de dolor en sus
Fuertes paredes
De muros de piedra
De flores afuera
De árboles y hiedras
De parques frondosos
De bancos, banquitos,
Lugares para cruzar las piernas
Y leer algunos poemas
Mientras el sol se filtra entre las ramas y
Cuando me fui, entendí el desaliento,
Esa mezcla de tristeza externa y beneplácitos internos,
Había hojas secas, hojarasca, marrón, dorada, seca,
En este suelo de verano,
A 31 de julio, en el Paseo de Ereaga, en Getxo.






No hay comentarios: