sensibilidad suspendida

(razón: allá)



sobre mi delirante atmósfera II






MAPLE

Creo que alguna vez he compadecido
a las hojas del otoño cayendo
en el ocaso de sus días
y he olvidado el árbol desnudo
suplicándome un abrazo en el tronco.

(Mado Martínez, El delirio de las nubes)











Me parece que ya he bailado bastante la danza de invocación al otoño, y sin embargo sigo sin verlo, pero eso debe ser porque vivo en Madrid, no sé. Siento que se aproxima el invierno sin haber sentido hojarasca, ni haber visto verde extenso (y excelso) sin haber abrazado ningún árbol, desde luego sin haber escuchado el efecto del verbo crepitar. Muy mal. Todo esto muy mal. Muy mal mi dolor de cabeza, muy mal haberme despertado a las diez y diez cuando entro a trabajar a y media, fatal los 10 grados en la marquesina de autobús que hay junto al portal de mi casa. Garrafal. Peor todavía la llegada de la herida. Sin embargo, desde que cerré mi círculo introspectivo (Febrero-Junio, como punto de referencia Marruecos) la herida cíclica de la mujer me trata bastante bien, porque en la previa me afecta menos y, además se ha vuelto mucho más ordenada. Se merece un premio. Prometo sopesarlo. Por el momento soy incapaz de hacer nada en concreto, no sabría cómo explicarlo. El delirio se ha instalado en mis bártulos, yo no quepo. No cabo, no cabo, no entiendo.

Con mucho esfuerzo consigo delimitar los espacios delirantes de mi cerebro y las pocas neuronas eficaces (en lo que respecta al pragmatismo de la vida cotidiana) que me quedan libres las dedico al trabajo. Por eso de la satisfacción del deber cumplido, ganarse el sueldo y todas esas cosas de las que no se suele hablar, que queda como mal. El otro día lo explicaba muy bien en un post en tribecca mi amiga gallega Cristina, que es una chica muy lista. Decía que está socialmente peor visto estar oprimido que oprimir. Se le olvidó reflexionar en plan más metametameta y valorar si esta actitud no la vemos (o experimentamos) en casi todas las acciones diarias. Últimamente ni siquiera soy capaz de hablar de la metatextualidad, con lo que me encanta. Vivo en ella, y esto es duro. Como dice Mai, trato de empaparme, de mojarme, disfrutar también del silencio que me provoca este asombro en el que vivo. Ya lo he dicho: Perplejidad. El tiempo que tengo más allá del trabajo (este ratito que ahora empleo en escribir y tres horas en la madrugada, o así) tampoco hago demasiado, excepto abrir un libro y leer, y tampoco en ellos me concentro demasiado.

Hoy salí de aquí a las dos y media con la intención de conseguir una buena sopa. También quería estar sola. No sabría decir por qué pero la sopa me parecía una buena medicina para mi dolor de cabeza, o para mi herida, o para mi asombro, para esta Rebeca perpleja que calla, viene y va y comienza a acumular libros en esta bolsa, porque además, si ya dejé de usar pendientes... últimamente, pese a que uno de mis armarios está lleno de bolsos y bandoleras, yo sólo quiero usar uno, y los demás no me importan, uno de cuero que compré en Marruecos, estupendo, donde meto a Ángel pequeñito, la Realidad Casi Nube, y ahora también el El Delirio de las Nubes de Mado Martínez, que me acompaña. Es más, ¿no os parece ineludible que debo regalarle a Ángel González este libro? No sé si llegué a decirselo a Anna y a Mai, pero lo pensé el mismo día que se asentó en nosotras la vivencia más extraña de los últimos tiempos, la metatextualidad entre mis dedos, no había agua en ese momento, ni nubes en el cielo, sólo cientos de personas atravesando la Gran Vía, delante de nosotras, que alucinábamos. Cuando Mai se iba de Madrid, en el bus a Bilbao, yo le mandaba mensajes: el 64, el 67...¡EL 85! Anna debía estar volando a Barcelona, yo acababa de despedirla en el aeropuerto.

Ahora no están y las echo de menos. Pienso en ellas todos los días y por supuesto hablo. Formamos un equipo, y esto tampoco sabría explicarlo... El sábado las dos me enviaban mensajes animándome a disfrutar del encuentro con Mado Martínez, mandaban besos para ella. Mai llamó a las diez de la noche preguntando: Bueno, ¿cómo ha ido, Rebe? Y yo, extasiada, le dije: ¡Mai! Estoy esperando a Mado, hemos quedado a las diez... Una nueva metatextualidad. Y no para, no sé si puedes, seas quien seas, comprenderme un poco... Esto es así, todos los días, y a veces tengo que pararme, apoyarme en una esquina, tratar de entender que sucede. A veces siento que doy un paso, pero es tan breve... A la propia Mai eso le dije, a esas diez de la noche, a oscuras, esperando a Mado y a su amiga Mónica en una parada de metro: He escrito algo en tribecca, tal vez he avanzado un poco, pero no, Mai, es un paso nimio... Recuerdo que ella reía, así grácilmente. De hecho Mai es una persona esencialmente grácil. Anoche en un mensaje reflexionaba acerca del reglamento de los ángeles. Yo no sé, si ella es consciente, de las enormes alas que alberga su espalda grácil. Me dieron ganas de decirle que seguramente los ángeles no saben que lo son, y así todo es todo mucho más metametametanatural...


Así fue el encuentro con Mado. Suave y sereno. Así me siento yo, de alguna manera, sólo que atragantada de asombro, y además dolorida. Dejando a un lado muchísimos de mis desequilibrios, que son demasiados y que mucho me alteran el cerebro y el corazón (nótese quién ocupa el primer lugar), el delirio alcanza cotas importantes, y si lo unimos a la herida cíclica de la mujer, etc, etc, etc, pasa lo que pasa, que intentas y no te sale, pruebas y te enfadas, te hablan y te dan ganas de cualquier cosa menos de contestar. Por eso me escapé a buscar sopa, y encontré una crema de verduras con trocitos verdes que pensé que eran puerro, y me acordé mucho de Marta, ahora en Salamanca, porque el año pasado, cuando todo era incierto y nos dolíamos tanto y nos ayudábamos más, solíamos tomar crema de calabacín cuando todo iba fatal, y eso siempre nos animaba. Cuchara, sopa, crema, calabacín, complicidad, claro, sin ella no podríamos hacer nada. Hoy no estuvo mal. No estaba Marta, pero me vino bien la soledad. Me senté en un escalón, como siempre hago (lo peor es que en cualquier circunstancia), mientras me preparaban mi sopita en el restaurante, y abrí la Realidad Casi Nube de Ángel González; leí apenas unas líneas, pero fue bueno. Tomé mi sopa y una fantástica tarta de chocolate, y leí el periódico mientras tanto, y después este poema de Mado, que también leí anoche, y otras muchas noches desde el dia 12.

De veras trato de pronunciar las palabras elementales, de verdad quisiera llegar a entender lo que estoy viviendo, esta metatextualidad en forma de nube que me sobrevuela allá donde voy. Sin embargo, me preocupa la posibilidad de no observar lo suficiente, de no darme cuenta de más, de preocuparme de las hojas cuando el árbol... No sé. Es posible que esta situación sea inherente al género humano y esto me pase siempre, o de ahora en adelante, pero ahora estoy en el delirio y el desequlibrio, aunque constante, no me preocupa en exceso. Me acabaré topando con la realidad cuando ésta llegue. Espero estar preparada para tomar decisiones. Incluso delirantes, por qué no. Aunque ciertamente es muy posible que las cosas a veces se me vayan de las manos...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Todavía estoy asumiendo nubes... El destino tien caminos con forma de u minúscula... Esta intertextualidad metapoética y metavital y metafísica me gusta...