Creo que lo bello no es una sustancia en sí sino tan sólo un dibujo de sombras, un juego de claroscuros producido por la yuxtaposición de diversas sustancias.
(Junichiro Tanizaki, El Elogio de la sombra)
En el último recital del viaje a México una poeta argentina dijo que necesitaba por lo menos tres años para intelectualizar lo vivido. Me pareció curioso eso de intelectualizar. Yo tampoco creo que lo consiga. Nunca había hecho un viaje tan a lo loco, sin saber en absoluto a qué iba, quién me acompañaría, qué cosas haríamos. Iba al País de las Nubes, y quizá deba decir que sólo las encontré el día de la llegada y el del regreso. No pude evitar pensar que eran saludo y despedida, y me turban estas cosas, como cuando en la II Agrupación Anna, Mai y yo encontramos tres ejemplares, justo tres, del poemario de Mado Martínez El Delirio de las Nubes.
Sin embargo desde aquel fin de semana de octubre, tras mi propio delirio en absoluta conjunción alucinógena y confusa con el mundo, me he acostumbrado un poco a convivir con todo esto que me traigo entre las manos. Elena Medel dijo en la foto anterior que cuando llegara a Oaxaca, que en mixteco significa País de Nubes, a un encuentro de poesía que se traduce en dos autobuses con 66 mujeres visitando comunidades, leyendo y haciendo talleres y otras historias, no habría nubes, dijo que yo me las llevaría todas, que allí dominaría un intenso sol. Tenía razón. Tengo que contarle que las nubes en la llegada y en la despedida no sólo me hicieron mucha ilusión sino que me relajaron bastante.
Estos días he comprobado mi nivel de timidez. Es bastante alto. Más de 60 mujeres juntas, y además poetas, componen un escenario digno de análisis. Pese a mi sociabilidad constaté mi necesidad de soledad y silencio. Creo que antes cedía más ante el tumulto o el bullicio, y que incluso participaba más del jolgorio emocional de querer agradar, y contar y contar, aunque fuesen tonterías. No sé si esto significa que antes fingía más, o que sencillamente he comenzado a apreciar las propiedades de la sombra. En este encuentro tan peculiar en México me he percatado de cuánto tardo en explicar mis cosas, la historia personal, eso de la memoria…, y de que verdaderamente me ruboriza leer algunas líneas que escribo, y lo mismo me pasa cuando debo contar lo que define mi trayecto hasta el momento
Aunque al mismo tiempo me topo con el estado contrario, y así, conozco en el encuentro a Eva Cabo, una cuentacuentos gallega, y meto las manos hasta el fondo del charco. Tal vez incida en mi absoluta adoración por Eva en una semana, y en la que ella siente por mí, que tengamos un amigo en común, el escritor cineasta criaturita sobrevalorada, nuestro maravilloso Salvador Luis. Avisó a ambas de nuestro próximo encuentro hilando cauces amistosos. Entre 66 mujeres, encontré a Eva cuando una señora de Chiapas insistió en que nos tomáramos de las manos y cerráramos los ojos para después presentarnos. Yo casi me muero del pudor en ese instante, y no me apeteció nada hacer algo como eso. Puedo parecer una cursi pero en realidad no lo soy tanto.
Con la pantomima, además de desarrollar mi capacidad para lo surreal (hicimos la reunión bajo un techito de paja in explicable, con cactus gigante, en medio de ningún lado), escuché a unas lentes con pelo rizado, alguien con especto de duendecillo, que con un alarde verde reflejaba su no interés por la ropa como demostración de su sentido estético: Eva Cabo, de Galicia, España, dijo. Y cuando me acerqué a saludar y mencioné a Salvador, Eva me contó que la criaturita sobrevalorada y magnífica le escribió: Rebeca es una de mis mejores amigas. Espero que ustedes también lo sean. Me parece que en eso nos hemos convertido. Si bien cuesta poner en antecedentes a las personas nuevas que encuentro, en ocasiones uno se acaba de ver y se abre en canal, hasta detallar aquello que ya saben tus amigos antañofundamentales.
Yo comencé a explicarle a Eva el nacimiento de cierta voz minúscula en estas costas al día siguiente del cursi-techito en medio de un paraje desértico, en el baño de la señora Hortensia, nuestra anfitriona en Huajuapan de León, y acabé el relato un poco después cuando llegábamos en su coche a la Casa de la Cultura del pueblo. Nos encontraríamos en dos días. A Eva le tocó visitar la comunidad de Teposcolula, y estaba encantada porque decía que era un lugar espectacular. Eva vive en México, y había estado en el encuentro del País de las Nubes del año pasado así que le tocó coordinar el grupo de trabajo de seis o siete chicas que se fue a Teposcolula a leer, contar cuentos, saludar a las personas del pueblo, dar alguna charla, estar allí, no sé. El pueblo al que yo me fui se llamaba Cosoltepec.
Por suerte no me tocó coordinar mi grupo. Le tocó a Mara, portorriqueña, estudiante de doctorado en la Universidad de Michigan, especialidad en poesía brasilera. En realidad me adoptaron. Yo iba a ir a otro pueblo pero éste al final no participó del encuentro y nos reagruparon. Se acercó a mí Maria Luisa, con la que había compartido habitación en el hotel en México D.F y me sugirió que me uniera a su grupo. Tuve mucha suerte, me parece. Éramos siete y alcanzamos cierta bella armonía alegre, con lectura conjunta, consejos y críticas, análisis y abrazos al mismo tiempo. María Luisa es francesa, hija de inmigrantes malagueños, profesora de lengua y literatura francesa en una universidad africana, caribeña, de Nueva York. María Luisa tiene medio mundo entre las manos.
El otro medio debe tenerlo otra de mis compañeras, una artista senegalesa, Sarah Carrere, la reina del arpa africano, con aspecto de pantera, con un sentido del humor estupendo y cultísima. Me gustaba mucho quedarme escuchándola, bailando su maravillosa mezcla idiomática. Habla en tres idiomas por lo menos al mismo tiempo, aunando francés, italiano y español. De repente se iba en inglés y yo me detenía también con alegría en su acento británico.
Completaba nuestro minimundo una jovencísima poeta mexicana, y además excelente. Brenda Oronoz, un nombre incluso literario, de Morelia, Michoacán, México, y una argentina que también vive allí, con la que viajé siete horas por aquellas tierras en un bus nonagenario o así. Dormí bastante pero el resto del tiempo hablé mucho con ella, me encantó el relato de su historia, contado con una bellísima y serena amplitud, y tocando capas profundísimas. Leía a Yasunari Kawabata y le conté de los libros que yo he leído de él, ella desglosó un amplio conocimiento de la literatura japonesa y yo escuchaba extasiada. Le conté que traía conmigo el Elogio de la Sombra de Tanizaki, que curiosamente también me regaló una poeta, Izaskun. ¿Me entiendes un poco si te digo que creo que vivo una extraña magia de personas que bailan? No he leído nada en estos días, excepto cosas escritas por mí, y no puedo metatextualizar eso porque me cohíbe en exceso, al menos aquí. Tampoco he escrito, pero acabé el viaje leyendo ese libro, en el avión de México a Madrid, aunque lo comencé en la cola del check in. Menudo micromundo son esas colas también. El aeropuerto, cualquiera, aunque mejor si es de gran ciudad, es un espacio de increíbles certezas posmodernas. La ficción o visión occidental no genera sombras, y más que ningún otro espacio los que más brillan son los lugares de tránsito. Me confunde observar que intentar volar lejos implica la representación de una culpabilidad históricamente impuesta. A la que se intenta sacar brillo, además. He pasado un ratito en otra realidad, y se ha sucedido un cuento, pero como la señora poeta argentina, que se llama Gabriela Pais, necesito un espacio para asimilarlo, una sombra para deglutir.
4 comentarios:
Me encantaría hacer fotos de nubes un día contigo. Seguro que tú ves formas que nadie ve o tienes una manera de verlas distinta a la del común de los mortales. Podíamos decirle a javi martínez que nos enseñase;
El cielo de Madrid en invierno, cuando está azul con alguna nube, es espectacular, no te parece?
Veo que lo has pasado genial en México, cuanto me alegro! A ver cuando hacemos un china té y me cuentas.
muá
b.
saqué fotos de nubes acapulqueñas para U-sté
aún aterrizando,
eva c (c de muchas cosas :p)
¡EVAAAAAAAAAAAAAAAAAA!
¿Se te han puesto las cejas a lo Kahlo de tanto abrirlas?. Supongo que tu maleta habrá vuelto llena, de amigos, de poemas y de sombras de cactus en el suelo que cuando las tocas no te pinchan. Besos, el de la bombilla
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