sensibilidad suspendida

(razón: allá)



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No puedo ni mirar ni abstenerme de mirar, únicamente especular, delirar, dirías tú nuevamente. Más tarde otros intentarán una lectura científica y competente. Ya debe de existir, aletargada en el archivo, reservada a los escasos sobrevivientes, a los postreros guardianes de nuestra memoria. Por ahora, yo te digo que veo cómo a Plato se le para a espaldas de Sócrates y cómo el ubris insensato de su pito, una erección interminable, desproporcionada, atraviesa como una sola idea la cabeza de Paris y la silla del copista antes de deslizarse suavemente, calientito todavía, bajo la pierna derecha de Socrates, en armonía o sinfonía de movimiento con ese haz de falos, las puntas, plumas, dedos, uñas y raspadores, inclusive las escribanías que apuntan hacia la misma dirección. La di‐rección, la dierección de esa pareja, de esos viejos locos, de esos pilluelos a caballo, somos nosotros, de todas maneras, a priori, (llegan encima de nosotros) estamos acostados de espaldas en el vientre de la yegua como dentro de una enorme biblioteca, y cabalgando, cabalgando, de vez en cuando volteo de tu lado,me acuesto encima de ti y adivinando, reconstituyéndolo a través de toda clase de cálculos y conjeturas azarosas, dibujo en ti el plano de sus desplazamientos, de los que indujeron con el más ligero movimiento de pluma, jalando apenas el bocado a su montura. Luego sin soltarme me levanto de nuevo.

(La tarjeta postal, J.D)

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