sensibilidad suspendida

(razón: allá)



Develop the envelope



(Un regalo para Gabriel Syme: la u brotando)

Es cierto que el amor conserva la belleza y que la cara de las mujeres se nutre de caricias, lo mismo que las abejas se nutren de miel. Anatole France





Antes de que llegue Jueves, ¿podría dar voz a mis seis personajes en busca de autor? Charlotte Simmons fue la primera en atender el reto. Quiso obedecer al traductor y, para ello, tuvo que abandonar el estudio de su asignatura preferida: Francés. De Flaubert a Houellebecq. Buscó un ordenador. En su poder, un solemne cebo de cuatro páginas, los nobles convertidos en plebeyos, después mineros, éstos en remeros y el recuerdo de unos brazos y un dolor placentero. La o representando el pudor, u velada, cubierta y escondida. ¿Y quién es Conrad?, se preguntó. La muchachita tenía otro poder. Le gustaba obedecer y, sobre todo, aprender. La lectura de lo que pudo ser su vida le animó. Huérfano y aventurero. Lo primero lo compartían, lo segundo…, no estaría mal. Leyó un poco su regreso y divagó, de su propio efecto coriolis, un viaje de ida y vuelta perpetuo, algunos besos de pájaro pero nunca un nido, muchos comienzos hermosos y tantos finales que no entendió. Se echó a reír cuando pensó que su vida era una letra de canción pop. Rió más cuando recordó un capítulo de Sexo en Nueva York en el que Carry Bradshaw se entera del fin de su relación con un post it en la puerta de la nevera. A ti un día te dejarán con un post en el blog, pensó. Pero no, recapacita, no, a ella eso no podría pasarle, no le abandonan de manera teatral, a veces ni siquiera consideran que sea necesario dar un valor especial al final. Ella tampoco lo hace. A veces incluso puede enfadarle la insistencia de alguna gente. De qué te quejas, piensa, si te pasas el día mirando hacia arriba, creyendo que hay que apuntalar el cielo, como niño en las nubes, ingenuo e ignorante, minúsculo, y en cierto modo contento. Ni siquiera te preocupas por entender las diferencias entre el amor, el arte y el sexo. Ya en el suelo, y con la mirada baja, su borde palpebral no descansa. Se aceptó, e incluso se convirtió en un personaje estético que honra su ética, pero la piel en carne viva no cambia. En la época de los versos de Ajmatova cualquier cosa puede explicarse con ellos. Tan simple, tan extraña. La muerte, sobre todo esa constante. ¿Realmente es posible que cuando se deja de morir gente alguien viva preguntándose cuando y cómo morirán más? A ella no puede ausentarla, como mucho no pensar demasiado en ella, así que se empeña en ausentar el tedio, reírse un poco y en ser buena. Piensa incluso en la posibilidad de servir para algo. Pero tiene una autoestima errante, se esfuerza por apuntalarla, pero el cielo le distrae, le distraen los brazos, los poemas, una palabra que llega en el instante en que se la necesitaba. Hay honor en su ciclotimia, su ciclotimia es bailarina, y cuando encuentra algunas cosas se da cuenta de que las necesitaba, o de que aparecieron allí para ayudarla. Wislawa Szymborska viene a arreglar las cosas, a recordar que no es más que una chica del montón, y entonces u descansa, y piensa: yo quiero ser valiente, quiero ser valiente, no quiero escribir para abandonar.







UNA DEL MONTÓN

Soy la que soy.
Casualidad inconcebible
como todas las casualidades.
Otros antepasados
podrían haber sido los míos
y yo habría abandonado
otro nido,
o me habría arrastrado cubierta de escamas
de debajo de algún árbol.
En el vestuario de la naturaleza
hay muchos trajes.
Traje de araña, de gaviota, de ratón de monte.
Cada uno, como hecho a la medida,
se lleva dócilmente
hasta que se hace tiras.
Yo tampoco he elegido,
pero no me quejo.
Pude haber sido alguien
mucho menos individuo.
Parte de un banco de peces, de un hormiguero, de un enjambre,
partícula del paisaje sacudida por el viento.
Alguien mucho menos feliz,
criado para un abrigo de pieles
o para una mesa navideña,
algo que se mueve bajo un cristal de microscopio.
Árbol clavado en la tierra,
al que se aproxima un incendio.
Hierba arrollada
por el correr de incomprensibles sucesos.
Un tipo de mala estrella
que para algunos brilla.
¿Y si despertara miedo en la gente,
o sólo asco,
o sólo compasión?
¿Y si hubiera nacido
no en la tribu debida
y se cerraran ante mí los caminos?
El destino, hasta ahora,
ha sido benévolo conmigo.
Pudo no haberme sido dado
recordar buenos momentos.
Se me pudo haber privado
de la tendencia a comparar.
Pude haber sido yo misma, pero sin que me sorprendiera,
lo que habría significado
ser alguien completamente diferente.

Wislawa Szymborska
(Polonia, 1923)



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Quien dice que no le teme a la muerte suele pecar de temerario o, lo que es peor, de egoísta. La actitud más adecuada frente a ella quizá sea la indiferencia. El tiempo subsiguiente a las pérdidas en el entorno cercano es desazonador: a la aflicción derivada de ello se le suma el miedo a una forzosa e inubicable revisitación a la herida nunca cerrada. En este aspecto, la calma suele convertirse en otro tipo de tormenta.
Yo no sé si esto pega aquí, en un texto tan ancho que, encima, es un regalo, pero fue lo que más a mano vi.
Syme se va a poner muy contento con semejante presente.

Anónimo dijo...

Rebuscando entre mis papeles, me he encontrado con un post it que dice: "¿No distingue entre amor, el arte y el sexo? Díos mío, aún hay esperanza para el mundo."
Por que hay quien ve belleza donde los demás ven malas intenciones. Cualquier día de la semana. El jUeves también por supuesto.
Besos y abrazos.
Syme