PAPÁ
Me he sentado en el viento
y me he dicho:
“Hoy arraso todo lo feo”.
Voy a vivir
la vida
que el siempre quiso seguir adelante.
Mado Martínez
El delirio de las nubes
Me he sentado en el viento
y me he dicho:
“Hoy arraso todo lo feo”.
Voy a vivir
la vida
que el siempre quiso seguir adelante.
Mado Martínez
El delirio de las nubes
Desde que me convertí en esfinge y tengo el borde palpebral amaestrado las derrotas se deslizan cuesta abajo, los fracasos se encauzan, los insultos se ignoran y mis ojos claman, en silencio se clavan.
Luego, cuando el mundo se aleja de mí, cuando todo desaparece y me quedo sola entre extraños, en un autobús, en el metro o caminando, las pestañas se desperezan al compás del sentipensamiento, pierdo mis armas y el polvo de oro de mis entrañas.
Trato entonces de convertirme en cariátide, y también en mujer abnegada, pero soy sencillamente una u minúscula por completo anegada. Inundo mi lacrimal con una red de savia, de savia sabia, cierro la clave para ahondar en mi verdad y consigo cierta calma.
Cuando despierto hay personas. La vida se contiene en tres palabras: mesas, manteles y mandiles. Se posan vasos y se muerden platos, pero no hay cucharas. Incluso cuando toca sopa ellas son las olvidadas. Mientras la cubertería entera charla me desplazo hasta lugares extraños. y se me cruza un pensamiento bizarro, el deseo de hacer una llamada a aquel que quiso llamarme Rebeca.
¿Sabrá que me convertí en vocal pequeña? ¿Sabrá que, algunas noches, cuando no hay nadie, quisiera conocer las cifras mágicas, gritar su nombre, saltar la valla? ¿Sabrá de mi confusión, del agua entre los dedos, de los retos de antaño, de todo lo que carezco, de lo mucho que le echo de menos?
Luego, cuando el mundo se aleja de mí, cuando todo desaparece y me quedo sola entre extraños, en un autobús, en el metro o caminando, las pestañas se desperezan al compás del sentipensamiento, pierdo mis armas y el polvo de oro de mis entrañas.
Trato entonces de convertirme en cariátide, y también en mujer abnegada, pero soy sencillamente una u minúscula por completo anegada. Inundo mi lacrimal con una red de savia, de savia sabia, cierro la clave para ahondar en mi verdad y consigo cierta calma.
Cuando despierto hay personas. La vida se contiene en tres palabras: mesas, manteles y mandiles. Se posan vasos y se muerden platos, pero no hay cucharas. Incluso cuando toca sopa ellas son las olvidadas. Mientras la cubertería entera charla me desplazo hasta lugares extraños. y se me cruza un pensamiento bizarro, el deseo de hacer una llamada a aquel que quiso llamarme Rebeca.
¿Sabrá que me convertí en vocal pequeña? ¿Sabrá que, algunas noches, cuando no hay nadie, quisiera conocer las cifras mágicas, gritar su nombre, saltar la valla? ¿Sabrá de mi confusión, del agua entre los dedos, de los retos de antaño, de todo lo que carezco, de lo mucho que le echo de menos?
7 comentarios:
Un texto duro pero (o, seguramente por eso) fantástico.
Besos,
Fran
Claro que lo sabe, cielo. ¿Acaso lo dudas?
también te echa de menos y le apena que no estés
aunque sea una pena, no puede ser de otra manera
también el otoño es nublao, pero muy lindo en sus matices
Sigo tu "promiscuidad recital" que diría Pizarnik post a post. Te dejé un comment en la entrada "Por su importancia enésima". Espero que lo recibieras. Mado Martínez.
www.madomartinez.com
madomartinez@mac.com
Mado! te he mandado un breve email. en cuanto pueda iré con mi versión extendida, bella!!
Peregrino, leí tu mensaje esta mañana y me ayudó a caminar todo el día.. lo mismo que me hicieron biendormir los dos anteriores.
Siento que algo crece, no sé.
Estabas nostálgica... será el otoño.
Y yo me imagino que lo sabrá, le has dado pistas?
Si te provoca tira miguitas por tus caminos, él seguro encuentra tu ruta y debe tener muchas respuestas.
Beso Rebe,
Maya
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