a z o t e a n d o

Yo quiero escribir mientras suenan las trompetas, mirando de vez en cuando un horizonte diáfano. Mantener mi vida oscura entretanto. Quiero sol, y quiero cuadros, una cesta con arándanos. Quiero que me dejen de gustar los hombres de más de 40 años. Una mecedora cuando lleve un pañuelo en el cabello y no tenga dientes y una mano amable me acerque sopas calientes. Mano curtida de piel de antaño, hojas secas en el pelo en lugar de pañuelos cuando estemos contentos. Quiero mecerme en la cuna de unas manos por las que ya no puede pasar el viento. Cuando ya mis dedos no tengan agua, ni hielo, ni escarcha; puede que algas. De bravo mar mis brazos, remando, remando. Una estrella en el cielo de una boca, un paladar cansado. Quiero reflejos en los lagos, las ramas de los árboles templando las nubes, el cielo de sus raíces brotando de un pasto extraño, en este extraño lugar llamado Tierra que, como dice mi amigo Pepe, debería llamarse Agua. Quiero sienes templadas y llenas de canas por las que meter los dedos repletos todavía de vida acuática, de huecos de (ador)mecida dama. Quiero pensar en lóbulos durante horas, y no en mis páginas. Quiero lavar, tender la ropa, en campo abierto, y no en mi casa. Quiero hacer mermeladas, llevar una pamela blanca, quiero encontrar el poema de Salinas que leí un día, aquel en el que me explicaba cómo es la vida, de árbol y nube, de landscape tu trayectoria, en esta travesía extraña, cuando eres barco mecido por el cambio climático y no entiendes nada, cuando te mareas, vomitas y te extrañas. Quiero quitarme la bilis negra de las uñas, arrancarla, rascarme la coronilla y preguntar a todos: ¿qué está pasando? Quiero ver el círculo amarillo de mis ojos en otras miradas. Extraterrestre, celestial, desesperado, mi mundo no está la altura de los ocasos, el amanecer no existe en los contornos de estos parajes varados. No sé qué voy a hacer... con tanto deseo entre las manos.